Saturday, May 16, 2015

El exilio también tiene algo de patria.

Last weekend I was randomly reading in my friend's Carlos' house and found some written beauty.. Gifts of poetry and thought. 

She read Antonio Machado to me at breakfast, for them an old, for me a new classic.  


Desde Lejos 



El exilio, cualquier exilio, es el comienzo de otra historia. Es dolor y a la vez descubrimiento. Uno siente nostalgia de esquinas y arboledas, lagos y viñedos. Las paredes son otras, el suelo verde es otro. El cielo sin Vía Láctea está vacío.  Uno acomoda la conciencia en la mochila y aprende del escándalo imprevisto y del sosiego huraño. Los rostros más constantes oscilan entre la furia y la sonrisa. Las profecías se hacen polvo y el corazón se va de vacaciones.



Todo esto ¿por qué? Quizá porque de todos modos sobrevivimos en la diferencia y llenamos la soledad con otras soledades que tratan de entendernos.



El exilio tiene algo de abandono y de espantos diminutos, de expectativas inalcanzables, de flor de un día. La claridad se va poniendo oscura y nos extrañamos a nosotros mismos hasta que la oscuridad se vuelve clara. No es fácil acostumbrarse a los cambios de ruta, menos aún dialogar con los que están.



Las fronteras, el humo, las aduanas, los sabios que no saben, la esperanza dormida. 



Obligado o voluntario, el exilio también tiene algo de patria; segunda patria, claro.  Y cuando nos propone su alrededor de prójimos, entramos en su gracia. Y damos gracias.

Irse y volver

Una cosa es el exilio y otra cosa es el éxodo. En el exilio lo ponen a uno de patitas en la frontera y el expulsado se va con su nostalgia a cuestas en busca de otra tierra, otros sabores, otra razón de ser. En el éxodo, en cambio, es uno el que se arranca, el que quiere ser otro. Sin embargo, exilio y éxodo tienen algo en común: el alrededor, al principio ilegible, que de a poco se aprende. Uno mira el paisaje como si fuera un simple repertorio y acepta los nuevos rostros como suma de instantáneas. La pasarela por donde llegamos se diluye en un suspiro y la vieja maleta nos pide que la abramos. Allí está el corazón del viaje. Conviene no extraviarlo. Hay que respirar hondo con los ojos cerrados y casi enseguida abrirlos por si acaso.

Empezamos a hablar a solas porque la nueva obsesión será no olvidar nuestra lengua. De pronto hablan otros y sorpresivamente sabemos lo que dicen. Con otro deje, claro, otro cantito, pero nos entra en los oídos como una bendición. Y ahí nomás la añoranza se mezcla con la sorpresa, la melancolía con el asombro. Curiosamente, el pan tiene gusto a pan y el dolor ajeno se parece al nuestro.

¿Volveremos? Al menos los pájaros vuelven, o sea que tendremos que aprender a volar.

Bajo esta luna o bajo aquella, el beso de aquí se parece al de allá. ¿Volveremos? Habrá que regar con sentimientos las ganas de volver, cada una en su maceta.
 
M. Benedetti

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¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr,
y dice: la sed que siento
no me la calma el beber!

¡Ay de quien bebe y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida!

Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagórica en su mano.

¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino
en el horror de llegar!

¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazón de zarzuela!

¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta sin pena!

¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados,
y de los sueños poblados
de propósitos discretos!

¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella;
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella!

¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzó,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probó!

¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!


A.Machado.

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